Aquí me sentó un poco mal el frío que hacía la pasada noche, a eso de la una de la madrugada de un sábado de invierno. Un potente foco de luz amarilla, tirando a naranja (si bien soy un poco daltónico y quizá fuera verde), llamaba la atención según se iba acercando uno a la esquina que delitimaba el último tramo de calle que faltaba para llegar a Doctor Esquerdo (acera de la izquierda, viniendo del Retiro). La cristalera, transparente, dejaba ver la población que existía en el interior del local, con barra al fondo del rellano que constituía el comercio en sí mismo, aparte de un pasillo de tamaño medio que guiaba a los excusados: reposaban allí otros cuerpos callados, más escondidos del escrutinio callejero.
Al poco de entrar, una vez localizado el espacio de estar, el único camarero disponible para la parroquia, muy amable y solícito, acudió a tomar el pedido, sorprendiendo con gracia semejante, nada habitual (lo cual sentó muy bien, he de decir). Tres copas en total, dos más un servidor eramos: White Label con Coca-Cola -una normal y otra Light- más Passport con otra Coca-Cola normal también. Alguien se jactó de la jugada de pedir un whisky distinto al de los demás, por aquello de ser más extraño y tal vez de menor consumo entre la muchachada, ya acostumbrada a tragar cualquier trastada. Fue igual.
Aquí sentó bastante mal ya el primer trago que supo a lavanda: la lavanda está bien para olerla pero no para tragarla. Raspó las paredes de la garganta quizá la Coca-Cola, pero el regusto que quedaba era el del whisky con el que iba mezclada. El del Passport no se quejó, ciertamente. Sólo lo hicimos los del White Label. Pensamos, por ello, que nuestros cuerpos se encontraban desajustados o poco preparados para bebedizos con una cierta graduación aledaña al cuarenta por ciento de contenido en alcohol. Pasa a veces, claro. Así que pedimos dos rondas más, motivados por la amabilidad (buen rollo del camarero único) y el volumen ajustado de la música, que invitaba a entablar animada charla. Cuán equivocados estábamos...
Así pues, la letanía de siempre (sirva de aviso:)
-Aquí me sentó mal los instantes siguientes a terminar la tercera y última copa, al notar como mi lengua resbalaba en la propia boca intentando vocalizar las palabras.
-Aquí me sentó mal no haberme acercado a la barra para decir: "¡Me habéis envenenado, cabrones!" Luego lamentarme de que me cayese bien el camarero y no las putas copas.
-Aquí me sentó mal salir por la puerta y decir hasta luego, cuando tenía que haber dicho hasta nunca.
-Aquí me sentó mal el día después, ¡joder! Porque es el día después el que te das cuenta del verdadero destrozo: tres copas y una opresión en las sienes brutales, más el del Passport, potando hasta prácticamente el ecuador de ese mismo día, sin que el Ibuprofeno ni nada que se le pareciera hiciera efecto.
Precio por copa: 7 euros (año 2011). Desembolso total por tres rondas de tres copas cada una: 63 euros. Precio de botella buena de White Label o Passport en Alcampo (sin promociones ni ofertas:) 14,95 euros. Precio de botella de Coca-Cola de 2L: 1,37 euros o pack de seis botellas de 20Cl: 3,28 euros.
¡Basta ya!